jueves, 8 de diciembre de 2016

Hacienda San Pedro, Jayuya

Nos fuimos de parranda hacia uno de los pueblos favoritos, Jayuya en búsqueda de aventuras y conocer un poco más allá de nuestra cultura indígena.  Todos amantes del café nos fuimos a la degustación.  Y así llegamos a Hacienda San Pedro.

Aquí su historia:  

Recuperado de:  https://cafehsp.com/


Café artesanal puertorriqueño, cuatro generaciones de sabiduría desembocan en el carácter distintivo y delicioso del café más areciado de nuestra tierra.  Tan digno de reconocimiento universal que lo firmamos con nombre y apellido, Roberto Atienza.  Café Hacienda San Pedro posee un sabor tan rico y seductor, tan suave y aterciopelado que sorprende al paladar.  Su aroma es clásico semi-dulce, acaramelado con delicados matices de chocolate y leves sugerencias de especias aromáticas particularmente salvia y romero. 

La historia del café hacienda San Pedro se remonta a los finales del Siglo XIX cuando llega a nuestras orillas un joven español de 13 años con una sola maleta y mil sueños.  Emeterio Atienza era un excelente trabajador que en muy poco tiempo llegó a alcanzar la posición de mayordomo y luego capataz de una de las más prestigiosas haciendas de café de Puerto Rico.  Además de trabajar la tierram Emeterio se desempeñaba como maestro de agricultura logrando ganar el respeto de los demás caficultores por su sabiduría, perseverancia y su buen corazón.  En el año 1930 y uno luego de años de arduo trabajo y dedicación constante, don Emeterio finalmente logró comprar su propia finca en el Barrio Coabey de Jayuya y la bautizó con el nombre de Hacienda San Pedro.  Todas las mañanas al amanecer salía a caballo con sus siete hijos a recorrer la finca para revisar la florecida de los árboles de café inspeccionándolos uno por uno.  Cada árbol de café tenía su propio nombre, tradición que continuó su hijo menor Alberto y que aún practica hasta el sol de hoy su nieto Roberto Atienza.

El café Hacienda San Pedro todavía se cultiva, se recoge a mano y se elabora con el mismo cuidado artesanal que se hacía en la época de don Emeterio, hasta el secado del café se realiza en bombos antiguas que llevan más de 100 años en la finca.  Es tanto el amor y respeto que siente don Roberto por este café, que durante las horas críticas del secado del café pasa las noches en vela al lado de los bombos al al igual que hizo su abuelo, esperando a que el café esté listo para ser descargado.  Cuentan que tan afinado es el oído de don Roberto que aún dormido se levanta al momento de escuchar el sonido que emerg del café secado a la perfección.  Para Roberto Atienza cuidar personalmente los detalles es realizar el sueño de su abuelo, llevando al mundo el mejor café de Puerto Rico, quizás por esa razón se ha oído decir a familiares y vecinos que a veces de madrugada se siente rondando la finca montado a caballo por un camino que llega a las faldas de los Tres Picachos el murmullo lejano de una voz alegre que va cantando y saben que por ahí con gran orgullo va don Emeterio. 




































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