Cuando se está impuesta a estar disfrutando de cada uno de los atractivos que tiene Puerto Rico, basta con sólo tener las amistades adecuadas para disfrutar del excelente paraíso. Y así fue o siempre ha sido ¿qué vas a hacer en este fin de semana? Bueno, depende ¿para dónde es que es? Vamos a dar una vueltita por ahí descapotao's. Por supuesto, que para luego es tarde. Basta con sólo un pantalón corto, bloqueador, una muda de ropa en una mochila, el cooler, la neverita y si acaso unas merienditas. Y nos fuimos.
Y es que de mis amistades varones, mi círculo es sumamente cerrado, el es quien más ha estado al pendiente de mí en todos y cada uno de los aspectos. Ese fin de semana nos fuimos desde viernes hasta el lunes de madrugada. Por aquí y por allá. Llegamos siempre al lugar, identificamos la mesa perfecta, siempre un alrededor y de ahí a inspeccionar la gastronomía puertorriqueña. Y entre conversaciones profundas y sin importancia, nos hemos reído tanto que se pierde la noción del tiempo. Me hacía mucha falta compartir con mi súper extra amigo del alma. No creo que nadie pueda entender tan hermosa amistad. Por eso ambos seguimos solteros pero disfrutando cada quien de su espacio. Siempre encontramos un fin de semana, ese se convierte en el INTENSO. El con sus aventuras con los carros y motoras. Yo con mis aventuras académicas. Es que, no me falta absolutamente nada. Bueno, sí un poco de espacio en el estómago porque le encanta comer. Y me dice que estoy flaca, que no me estoy alimentando bien.
Y comenzamos en Río Grande, no recuerdo el últmo destino. La puesta del sol fue en una Villa Pesquera por el sur de Puerto Rico. Fue curioso, al llegar al lugar, era como si nos conocieran. Todos se quedaron mirando, que me resta, arreglarme la gorra, soltarme el pelo y bajarme sonriéndome. Seguimos escribiendo aventuras todos los fines de semana.
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